Aldo Lema

El País (Uruguay), 30 de noviembre de 2009

Me atrevería a decir que hoy –a 20 años de la caída del muro de Berlín- existen entre los economistas uruguayos más coincidencias que discrepancias. Desde Fernando Lorenzo, que lidera CINVE, hasta Ernesto Talvi, que encabeza Ceres, han destacado el rol crucial del crecimiento económico para reducir la pobreza, aumentar la igualdad de oportunidades, mejorar la distribución del ingreso y disminuir la emigración. Y además ha existido un énfasis transversal a la importancia de acompañarlo con políticas sociales más eficaces y eficientes.

Por su parte, también ha ido emergiendo un mayor consenso respecto a que para crecer a tasas altas y estables se requiere “institucionalizar” la estabilidad macroeconómica y remover obstáculos estructurales a nivel microeconómico. Aunque “el diablo puede estar en los detalles” (habrán inevitablemente discrepancias en algunos temas o en instrumentos específicos a aplicar), no se ve improbable que surjan propuestas consensuadas desde los economistas u otros técnicos. ¿Alguien duda de que Mario Bergara y Javier de Haedo pudieran hacerlo?

Parece imprescindible, en todo caso, que dichos consensos potenciales y el radio de acción de los técnicos se extiendan más allá de los temas macroeconómicos, en los cuales ya se les reconoce cierto liderazgo. Si bien la estabilidad macro exige vigilancia permanente y no serán pocos los retos en el contexto de una bonanza renovada, el gran desafío estará en la micro: desde las reformas que procuren un Estado más eficiente y menores tarifas públicas hasta las que permitan una inserción externa mayor y más competitiva; desde las que disminuyan la deserción escolar y eleven la calidad educativa hasta las que aumenten la oferta de energía; desde las que impulsen una mayor neutralidad en el mercado laboral hasta las que corrijan las distorsiones y altos costos del nuevo sistema de salud.

Pero como ha ocurrido en Brasil o Chile, países muy citados en la campaña electoral, no basta con que haya propuestas “técnicas” y consensuadas en el “ambiente”. Para que se concreten, para que se transformen en políticas públicas pro desarrollo, también se requiere de una buena “política” que sea capaz de materializarlas. Allí es donde se jugará el partido en los próximos años.

La buena “política” en los países mencionados (y en otros) ha resultado de liderazgos dedicados a la promoción sistemática del interés general, al convencimiento de la sociedad sobre los beneficios de largo plazo de muchas reformas y a ser neutrales en los procesos de negociación y acuerdo social. Líderes que –combatiendo los corporativismos de sectores empresariales y sindicales- han preferido cambiar el aplauso fácil e instantáneo derivado de medidas populistas por reconocimientos tardíos y estructurales.

Con la luna de miel inicial de todo nuevo gobierno, con consensos técnicos que han ido creciendo, con los liderazgos emanados del proceso electoral y con el declarado interés transversal a llegar a acuerdos, Uruguay tiene una nueva oportunidad para transitar desde un círculo vicioso a uno virtuoso. Un “Pacto Social” está latente. Sólo falta concretarlo.