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Jaime Clara, su libro «En la larga noche», San José y la cultura

noviembre 22, 2021 Deja un comentario Go to comments

Antes que nada, dos agradecimientos y dos advertencias.

Agradecimientos para Jaime y para Seix Barral-Planeta por regalarme el inmerecido honor y la inmensa emoción de acompañarlos hoy en esta presentación de su libro «En la larga noche».

Advertencias para ustedes: primera, no esperen obviamente de mí una crítica literaria. Y segunda, pese a que me gusta improvisar, hoy voy a leer “mis sentimientos” sobre el libro por temor a que la emoción me traicione e impida decir todo lo que quiero decir. Por supuesto, que lo voy a decir sin objetividad, ni independencia.

Cuando, con 15 años, entré a trabajar en la Radio San José, en aquel esperanzador diciembre de 1984, al final de “la larga noche uruguaya”, Jaime -que tenía 19- ya era una leyenda.

Lo era porque había sido el más precoz de nosotros, aquellos adolescentes que habiendo abrazado la radio desde niños, primero literalmente, entramos luego a su mágico mundo, guiados por el maestro Tomás Puerto.

Precozmente, habíamos abrazado -de día y de noche- una Spica, como esa de la portada del libro. Igual que María, la niña-adolescente protagonista del penúltimo cuento, nos dormíamos con la radio prendida. Ahorrábamos para el canje de revistas de historietas en los kioskos de la ciudad, como Diego –“el niño Jaime” protagonista de otro de los cuentos-, pero sobre todo ahorrábamos para comprarle pilas a la Spica. Hasta que pasamos de abrazar la radio, de contemplarla asombrados, de imaginarla, igual que la imaginan María y Diego en los respectivos cuentos, a concretar el sueño de “entrar a ella”, de ser protagonistas de “La Radio”, ahora ella con mayúsculas y nosotros con pantalones largos.

En aquella emblemática CW 41 Broadcasting San José, donde Jaime entró antes de cumplir 9 años, él hizo de todo, como todos. Hasta transmisiones de fútbol informando desde las “canchas”, o trabajando desde estudios centrales. No llegó a ser “un Julio César Gard” en aquella vida, pero estuvo cerca.

Esa polifuncionalidad incluyó tener su propio programa -“Panorama”-, con el cual hace más de 40 años creo plantó la semilla de Sábado Sarandí.  Y siguiendo hasta la madrugada, “en la larga noche” de aquellos sábados, empezó a vocalizar su vida, a hacer “periodismo cultural”, y a “escribir” probablemente este libro.  

“La Radio”, con mayúsculas, es siempre mágica, como dice Daniel -el locutor en el penúltimo cuento-, pero más aún lo es en el silencio de la madrugada.

“La larga noche”, el cuento que inspira el título de este libro, o “Fragilidad”, el cuento sobre el locutor Daniel, la oyente María y la imaginación que la radio despierta en ella, no solo son homenajes a muchos programas nocturnos, aquellos que nos desvelaron, o aquellos que acompañaron nuestros desvelos, sino quizás también un presagio de un sueño repetitivo que Jaime quiere volver a concretar. Volver a “hacer radio” en la noche, que es el único momento del día en que no está en “La Radio”.

Quizás para hacerle honor a aquello de que “la vida es un círculo”.

Quizás para revivir aquel nocturno “Panorama” y homenajear a tantos programas radiales de la madrugada, que nos marcaron en los setenta, ochenta y después: el Polentísimo del Flaco Gutiérrez en la propia radio San José (o su “Tren de la noche” después en Montecarlo) o “Solos en la madrugada” de José Sacristán o “Demasiado tarde para lágrimas” de Dolina.

Pero en 1984, cuando entré a “la 41”, Jaime también era una leyenda porque -con 19 años, cual futbolista maragato de mi querido Central, ya destacaba en Montevideo. Así como Ariel Krasouski había llegado a Wanderers (y luego a Boca) o Jorgito Cabrera a Bella Vista (y después a Peñarol), Jaime llegó a Radio Centenario y luego a…SARANDÍ…aquella de Julio Villegas, Néber Araújo, Lil Bettina Chouhy, Jorge Traverso, Sergio Puglia, María del Carmen Nuñez, Jorge Cazet y tantos más.

Y merecía jugar en ese “cuadro grande”, porque además de ser “el más precoz de los nuestros”, Jaime era y es “de lo mejor de lo nuestro”.

Si me obligaran a definir a San José con una única palabra, si me obligaran a esa absurda simplificación, asociaría la ciudad y el departamento a la palabra “cultura”: el Teatro Macció y sus actores y actrices; Paco Espínola y otros grandes escritores, con la Feria del Libro más recientemente; El Museo y sus hijos, los adoptivos como Dumas Oroño o Edgardo Ribeiro, o los propios; Nantes y la pintura; Nelson Romero y los talleres plásticos; Heber Riguetti y las esculturas; Francisco Canaro, Héctor “Quico” Artola, Malena Muyala y el tango; Juan Chabalgoity y la fotografía; los Pugliese y el cine; Wenceslao Varela y la poesía; Abel Soria y el folclore; Sebastián Amaro y el Canto Popular; César Cortinas y Alberto Ulián y la música clásica; Braulio Amaro y la música en general; Álvarito Navia y las estudiantinas; El Facha Ruiz, los Lacava y el carnaval; y tantos otros talentos y expresiones artísticas.

Cuando llegué a San José con 10 años, habiendo nacido y vivido en Florida, sentí que todo eso estaba en todos lados, que “la cultura estaba en todos lados”. Y Jaime la absorbió como muchos, la cultivó como pocos y la comunica como nadie.

Suele decirse que uno vive otras vidas a través de las artes. O revive la propia. Con ese espíritu renacentista y maragato, Jaime nos ha permitido vivir “otras vidas”, a través de sus propia obra artística, como este libro, y a través de la comunicación de casi todas las expresiones culturales.

En particular, en este libro, además de ese homenaje a la radio y a la noche, Jaime nos hace vivir por un rato las vidas de Pitufo Lombardo y Pinocho Routin actuando en una función única en San Pablo; el amor de Teresita y Julio Sosa (“el varón del tango”); la ceguera y la memoria de Camellieri; La Radio (nocturna) como salvavidas para Diana; la investigación de un periodista de diario sobre la extraña muerte de Rodolfo; las vidas de Mateo y Berta “en la madrugada”; la vida del ingeniero aeroespacial Juan Carlos Martínez Pertinetti y su noche; la vida y reivindicación de Louis de Prince como “el verdadero inventor” del cine; la vida del niño Diego -un poco la de Jaime y la mía- en las siestas veraniegas de San José de Mayo hace 40 años; la vida rural de María acompañada por la imaginación de La Radio, las poesías y las canciones; y finalmente un poco de la vida en pandemia con un viaje a nuestra niñez y adolescencia.

Vidas radiales, nocturnas, periodísticas, musicales y artísticas en general, van a encontrar en estos 11 cuentos de En la Larga Noche. Vidas de San José y de aquellos niños-adolescentes uruguayos, incluyendo la del propio Jaime, que varios trazos claramente autobiográficos delatan. Muchas pequeñas o grandes cosas que este libro -una mezcla de añoranza, homenaje y agradecimiento a ellas- nos permite vivir o revivir. Enhorabuena que se haya escrito e impreso.

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