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Commodities: El Principio del Fin

Semanario Búsqueda (Uruguay) y Diario Pulso (Chile)

El desplome del oro y la plata, así como las fuertes bajas en algunos metales básicos y el ajuste que vienen mostrando los alimentos desde septiembre, han centrado la atención en las cotizaciones de las materias primas, un factor determinante en la evolución económica de América Latina. ¿Serán ajustes transitorios? ¿O estará terminando el superciclo de precios que ya acumula una década?
Como es sabido, hubo al menos cuatro causas detrás del boom: el mayor crecimiento mundial liderado por China (con un consumo más intensivo en productos básicos), el fuerte debilitamiento global del dólar, las bajas inversiones en varios rubros durante los años previos y algunas políticas públicas que implicaron restricciones a la oferta. También se le puede atribuir alguna influencia a la mayor participación alcanzada por los commodities en los portafolios de activos, pero eso en definitiva ocurrió porque los inversionistas los vieron atractivos por sus fundamentos. Son éstos, entonces, los que se requiere calibrar para delinear los escenarios futuros.

Hoy las expectativas para los fundamentos difieren según el horizonte de proyección. Para el corto plazo, dichas expectativas sugieren que las caídas recientes están dentro de la volatilidad histórica. Con excepción del oro y la plata, que disminuyeron en torno a 30% en el último semestre, los ajustes de 20% del cobre, de 10% de los alimentos o de 5% del petróleo, no necesariamente reflejan un cambio de tendencia ni anticipan mayores caídas el resto del año.

Si bien la expansión mundial ya no es de 5% como en 2003-2007 o en 2010, tampoco va a estar muy lejos del promedio histórico en lo inmediato, sobre todo por la fuerte incidencia de China. El gigante asiático no exhibe actualmente grandes desequilibrios, por lo que, si su reactivación estuviera en duda, las autoridades tendrían mucho espacio para desarrollar políticas más expansivas.

El dólar, por su parte, interrumpió recientemente la tendencia global al debilitamiento y tendió a apreciarse frente a algunas paridades principales. En particular, el ajuste fue muy marcado frente al yen tras el giro del Banco de Japón hacia una política monetaria decididamente más expansiva. Esto habría influido en las caídas de las materias primas, pero sólo de manera transitoria. En efecto, al conllevar menores presiones inflacionarias, también la Reserva Federal tiene más espacio para extender aún más la política monetaria expansiva y revertir parte de esa apreciación del dólar.

En contraste, para el largo plazo las expectativas sobre los fundamentos lucen pesimistas.

Primero, porque con las políticas de muchos países focalizadas en la demanda por sobre la oferta, hay un alto riesgo de aterrizaje forzoso del crecimiento global cuando los estímulos se retiren. Aun con China expandiéndose entre 7% y 8%, parece improbable que el mundo vuelva a crecer a tasas del orden de 5% en el resto de esta década.

Segundo, porque este escenario estaría acompañado de una mayor fortaleza relativa de Estados Unidos dentro de los países desarrollados, debido a sus mejores políticas y condiciones estructurales. Esto sería consistente a la larga, desde 2015 en adelante, con mayores tasas de interés, un dólar globalmente más fuerte y, por ende, menores precios de las materias primas.

Tercero, porque -como dice el economista indio Raghuram Rajan- “toda crisis es hija de las anteriores”. Así lo evidencia la rotación mundial de burbujas e inestabilidades ocurrida durante los últimos 40 años. La duda no es si habrá otra crisis en el próximo quinquenio, sino dónde, cuándo y cómo ocurrirá. ¿Será la desintegración caótica de la eurozona? ¿O un desborde inflacionario global? ¿O una crisis de crédito en China? ¿O en otro país emergente? ¿O un evento que no tenemos en el radar?

Cualquier episodio de esta naturaleza acentuaría la menor demanda por commodities. Y ello, a su vez, podría encontrarse con mayor oferta derivada de la maduración de los proyectos recientes.

En conclusión, durante este bienio, los precios de las materias primas estarían en transición, quizá en lo que podríamos llamar el principio del fin del superciclo. O sea, seguiríamos en una etapa de “relativa estabilidad”, pero ya en tránsito desde el período de valores crecientes hasta 2011, a uno de precios definitivamente menores en la segunda mitad de esta década.

En paralelo, los productores -que ya dejaron atrás la etapa fácil de precios altos y costos bajos- están hoy en la fase de márgenes decrecientes y se encaminan hacia años muy complejos, de caída rápida en los ingresos y ajuste lento en los costos. Para América Latina, esto marcaría un nítido contraste en el desempeño económico del próximo quinquenio frente al observado en la última década. Y eso porque los efectos negativos excederán largamente las pérdidas de ingresos para los gobiernos y el sector privado.

La menor inflación en dólares (o derechamente deflación), combinada con la caída de términos de intercambio y las mayores tasas de interés en EEUU, implicarán presiones devaluatorias de las monedas y reversión en los flujos de capitales. Como la historia nos muestra, eso suele exacerbar los ajustes, tanto más cuanto mayores sean las vulnerabilidades acumuladas por un país en la bonanza o menor su capacidad de realizar políticas contracíclicas.

  1. Julio Bellagamba
    mayo 4, 2013 a las 08:53

    Como dijo el profesor Friedman, ·cuando el agua baje veremos quien se esta bañando desnudo». Debemos agregar que en Uruguay no se implementó ninguna política de oferta activa, el ejemplo mas claro es la prueba pisa en educación, Se desperdició una década y ahora vienen las de a peso.

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