Una década ganada para Estados Unidos
Diario Pulso (Chile) y Semanario Búsqueda (Uruguay)
A seis años del inicio de la crisis inmobiliaria “subprime”, Estados Unidos no sólo alejó el riesgo de una recaída, sino que parece definitivamente encaminado a un ciclo de dinamismo más consolidado.
Tras la recesión registrada entre 2008 y 2009, la economía estadounidense ha crecido a una tasa promedio de 2% en esta década, con el PIB ubicándose actualmente cerca de 3,5% sobre su nivel pre crisis.
La tasa de desempleo, que saltó desde 4,5% a 10%, ha venido cayendo gradual y sistemáticamente, a razón de medio punto por año, hasta ubicarse hoy en 7,6%.
Los índices bursátiles recuperaron todo lo perdido en el pánico y hoy se sitúan 10% sobre los máximos de 2007.
En este repunte fue determinante la combinación de políticas que incluyó una fuerte expansión monetaria, una gran depreciación real del dólar, la estabilización del sistema financiero y, en menor medida, un aumento puntual del gasto público durante 2008-2009.
Si bien últimamente la economía estadounidense ha acumulado varios trimestres creciendo bajo 2%, e incluso cerca de 1% en abril-junio, eso ha ocurrido en el contexto de un fuerte desimpulso fiscal, el mayor de los últimos 50 años. Este ajuste –que se vio potenciado por los recortes presupuestarios automáticos registrados a principios de año- implicará la convergencia del déficit a menos de 4% del PIB en 2013 y la primera caída en casi una década de la deuda pública como porcentaje del Producto. Ha emergido así un manejo fiscal contracíclico que amortigua el alza incipiente del dólar y las tasas largas, y por ende, favorece un mayor liderazgo de las exportaciones y la demanda privada en el crecimiento.
Hay varios factores que sugieren la prolongación de este buen desempeño económico durante los próximos años.
Primero, la evidencia reciente parece descartar una caída del crecimiento potencial, que sigue estimándose en torno a 2%. Cierto. La crisis no habría tenido efectos duraderos en el capital humano y físico del país, ni en el aporte estructural de la productividad y la innovación. Y a esto habría que agregarle el efecto positivo del descubrimiento de Shale gas y de la mayor producción de petróleo que convertiría a Estados Unidos en exportador neto de energía.
Segundo, el crecimiento de los próximos años podría incluso superar el potencial debido al aprovechamiento de las holguras aún disponibles y al mayor dinamismo del gasto de las empresas y personas proveniente del reciente proceso de desendeudamiento y aumento de la riqueza.
Tercero, el manejo de los últimos años ha reforzado la credibilidad en las políticas macroeconómicas e incrementado su potencia ante escenarios menos optimistas. Si fuera necesario, habría evidentes márgenes de maniobra en materia monetaria, pero también en el frente fiscal, tras los recientes ajustes.
Por último, si bien el favorable escenario central contemplará el retiro de los estímulos monetarios, ello debería ocurrir en forma gradual y dependiente de sus efectos económicos y financieros. Así lo ha sugerido recientemente el presidente de la Reserva Federal, Ben Bernanke, y parece razonable dadas las perspectivas para la capacidad ociosa y la inflación.
Por un lado, la tasa de desempleo sigue estando hoy muy por sobre sus niveles de largo plazo e incluso, como la propia FED ha sugerido, algo subestimada si se considera la salida (transitoria) de personas del mercado laboral producto de la crisis. Esto alerta sobre el riesgo de una lenta caída de la desocupación en el futuro si se normaliza el crecimiento de la oferta de trabajo.
Por otro lado, estas holguras extendidas, combinadas con el escenario de dólar globalmente más fuerte y menores precios de materias primas, mantendrían las expectativas de inflación, sobre todo a uno y dos años, bajo la meta de 2%.
En dicho escenario, la secuencia del retiro de los estímulos contemplaría una primera etapa de reducción en las compras de bonos desde fines de este año y a lo largo de 2014, para luego dar paso a una segunda fase de aumento (gradual) de la tasa de interés de corto plazo. Como consecuencia, hacia 2016-17 la economía estadounidense debería estar operando bajo condiciones monetarias neutrales.
Además de mayores tasas de interés, este retiro de los estímulos seguirá impulsando una revalorización real del dólar, sobre todo frente a las monedas principales y de países con vulnerabilidades, pero no necesariamente interrumpirá el ciclo alcista de los activos de Estados Unidos. Como sugiere la evidencia histórica, las valorizaciones suelen no verse castigadas por la normalización monetaria, en tanto siguen impulsadas por el mayor dinamismo de las utilidades corporativas y la caída cíclica en los premios por riesgo exigidos.
En definitiva, todo esto viene a confirmar que – a diferencia de lo ocurrido en las crisis financieras de América Latina en los ochenta, Japón en los noventa y parte de la Eurozona en la actualidad- Estados unidos no tendrá una década perdida en materia económica. Todo lo contrario: ya se perfila como una década ganada.