Stigler sobre los «economistas políticos»
“Una carrera política debe eventualmente llevar a un economista a una posición, en el mejor de los casos, artificial y difícil. Debe guardar silencio o, a lo sumo, ser cuidadosamente crítico de políticas que él deplora, tales como la ley de salario mínimo o el proteccionismo. Debe apoyar políticas que son tan erróneas como ridículas.
Una vez el presidente del Consejo de Asesores Económicos, Hebert Stein, y el presidente de la Reserva Federal, Arthur Burns, les aconsejaron a los estadounidenses que comieran queso en vez de carne (que estaba escaseando) para combatir la inflación. En síntesis, el economista debe aceptar el credo básico del político: para hacer algunas cosas que son buenas, es esencial aceptar muchas otras que son malas. Concluyo –y quizás sea el único que lo hace- que cuando el economista va a Washington no merece más credibilidad, sino menos, que cualquier otro empleado público, y es ligeramente engañoso dirigirse a él, llamándolo Doctor o Profesor”.
George Stigler, Premio Nobel de Economia (1982), en su libro Memoirs of an Unregulated Economist (1988), p. 135.