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El primer año de Piñera

Semanario Búsqueda (10 de marzo)

Sebastián Piñera cumple su primer año de gobierno. Junto a la “Alianza por Chile”, la coalición de centroderecha de la que proviene, Piñera accedió al poder apoyado por el 51,5% de los votantes, quienes se entusiasmaron con sus promesas de renovación política, recuperación económica, mayor seguridad ciudadana y mejor gestión del Estado. Si todo éxito electoral tiene un “relato”, podríamos decir que “cambio” y “gestión” fueron los mensajes que impulsaron el triunfo de Piñera.

Fue justamente en esos temas donde la Concertación, la exitosa coalición de centroizquierda que había gobernado en los 20 años previos, se quedó sin retórica e ideas. Ni se renovó lo suficiente, dándole más protagonismo a políticos y técnicos más jóvenes, ni generó credibilidad respecto a una mejor gestión en un eventual quinto gobierno.

A un año de haber asumido la evaluación del gobierno de Piñera tiene múltiples dimensiones. En lo político, el balance es mixto. Chile no tuvo una crisis de gobernabilidad como anticipaba la Concertación con el retorno de un gobierno de centroderecha a La Moneda. Todo lo contrario. El presidente y su coalición fueron incluso capaces de construir algunos acuerdos nacionales, destacando los alcanzados en el financiamiento de la reconstrucción post terremoto, la reforma educativa y la extensión del post natal para las mujeres.

En cuanto al cumplimiento de las promesas, hubo algunos hechos emblemáticos que le dieron crédito a aquellos mensajes de “cambio” y “mejor gestión”. Cientos de jóvenes, educados en el exterior y con buenos cargos en el sector privado, emigraron al sector público motivados por el nuevo proyecto político y el compromiso de mejorar las políticas para elevar la calidad de vida y las oportunidades de los chilenos. Si ese fue el gran emblema de “cambio”, el rescate de los 33 mineros se convirtió en la bandera de la “mejor gestión”. Un ejemplo de que no sólo es muy importante la reforma del estado y el buen diseño de las políticas públicas, sino una ejecución racional y eficiente. De ese episodio emergió, además, un “tecnócrata” joven y carismático, Laurence Golborne, Ministro de Minería, que se perfila como carta presidencial del oficialismo para las próximas elecciones.

Sin embargo, quizás por la personalidad de Piñera, quizás por la incapacidad de la centroderecha para manejar sus disensos, la experiencia del primer año no estuvo exenta de errores y torpezas políticas. En algunas áreas escaseó el liderazgo político (Trabajo, Transporte; Vivienda) y en otras primó la inexperiencia para manejar ciertos conflictos (regiones, partidos políticos).

Pero donde probablemente hubo mayores fallas en el estilo presidencial. Existe cierto consenso respecto a que toda la inteligencia que al presidente le sobra en materia racional le falta en materia emocional. Este primer año de gobierno lo ratificó. Pese a sus esfuerzos, Piñera sigue siendo percibido por la ciudadanía como un presidente distante, algo insensible, no muy empático. Y además con algunos problemas de confianza y credibilidad cuanto intenta cultivar habilidades blandas más propias de la ex presidenta Michele Bachelet o adoptar algunas banderas históricas de la centroizquierda con las cuales no necesariamente está de acuerdo, pero que le son funcionales a un proyecto político de más largo plazo. Todo eso le pone un techo relativamente bajo a sus niveles de aprobación ciudadana (50%) y acrecienta el riesgo de que desaciertos políticos o problemas económicos lo lleven al tercio paralizante que ha tenido históricamente la centroderecha chilena.

Es el ámbito económico donde el gobierno de Piñera presenta resultados más favorables y menos heterogéneos. Si bien el desempeño inicial y de una parte de 2010 se afectó negativamente por las consecuencias del terremoto, el consiguiente proceso de reconstrucción y sobre todo las favorables condiciones externas permitieron que Chile volviera a crecer cerca de 7% y que la tasa de desempleo cayera desde más de 10% a cerca de 7%. Así, del millón de nuevos puestos de trabajo que Piñera prometió crear durante su mandato presidencial, la mitad ya los materializó en su primer ejercicio. Pero quizás más importante que este rebote cíclico siguen siendo los indicios de un aumento del potencial de crecimiento a largo plazo debido al mayor impulso modernizador y a las mejores expectativas económicas emergidas del cambio de administración. Que la tasa de inversión en capital fijo haya bordeado el 30% del PBI en 2010 y que la productividad haya vuelto a crecer son elementos que justifican esas mejores perspectivas estructurales. Para consolidarlas, Piñera aún enfrenta enormes desafíos. Deberá acelerar la reforma educativa, abordar la insuficiencia energética, manejar los problemas inflacionarios y concretar la mayor eficiencia en el gasto público y las políticas sociales. Y todo eso en muy poco tiempo. Ni 2012, con elecciones municipales, ni 2013, con las presidenciables, serán años muy “productivos” en materia de reformas.

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