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2011 en pocas palabras

diciembre 26, 2011 Deja un comentario Go to comments

Semanario Búsqueda (Uruguay) y Diario La Tercera (Chile)

Hace un año resumía 2010 con una “nube de palabras” dominada por expresiones como desacople, crisis europea, PIIGS (Portugal, Irlanda, Italia, Grecia y España), holguras, relajamiento cuantitativo, guerra de divisas y burbujas. Y especulaba que varios de estos términos se mantendrían este año, pero con el avance de otros tales como BRIIC (Brasil, Rusia, India, Indonesia, China), energía, petróleo, políticas de oferta, crecimiento potencial, inflación, consolidación/solvencia fiscal, y ajustes de tasas de interés. En tiempos de balance ¿cuáles estuvieron presentes? ¿Cuáles ausentes? ¿Qué nuevos fenómenos irrumpieron?

2011 fue otro año de poco énfasis en políticas de oferta en el mundo. Las discusiones y acciones globales continuaron muy focalizadas en políticas de demanda y poco en reformas pro mayor crecimiento potencial. No hubo grandes avances en temas de productividad, apertura comercial, aumento de la competencia, estructuras tributarias menos distorsivas, políticas educativas eficaces, menor tamaño de los estados, asignación más eficiente del gasto público y/o mejores instituciones.

Seguimos en un “ambiente keynesiano”, con los países desarrollados –salvo excepciones- potenciando los estímulos de demanda, sin señales creíbles y potentes de una consolidación fiscal que asegure la solvencia estatal. Los emergentes, en contraste, están divididos entre los ahorradores que se preparan para los malos tiempos y los gastadores que exacerban la cosecha con el buen clima.

Como se esperaba, el centro de la atención estuvo en Europa y en los riesgos de una desintegración monetaria. No sólo se agravaron las crisis fiscales y financieras de los PIIGS por el círculo vicioso de las altas tasas de interés, la restricción de crédito y la consiguiente recesión, sino que se fueron contaminando los países centrales. Mientras los gobiernos enfrentaron serias dificultades para financiarse, los bancos tuvieron problemas de liquidez y de capital insuficiente.

Las respuestas políticas y técnicas fueron lentas y tímidas: sólo recientemente empezaron a contemplar acciones supranacionales con un rol incipiente del Banco Central Europeo o del FMI. Seguimos, por lo tanto, en un equilibrio frágil y con riesgos crecientes de un euro más débil, nuevas reestructuraciones de deuda, una mayor corrida bancaria y otras caídas de gobiernos.

La sigla BRIIC siguió ganando importancia por el rol clave de estos países para mantener al mundo creciendo y a los emergentes “desacoplados” de los desarrollados. China, en particular, fue dejando atrás los riesgos de sobrecalentamiento, pero sin llegar a sobreenfriarse. Tuvo un aterrizaje suave con el crecimiento convergiendo a 8%-9% y la inflación encaminada hacia 3%, en parte gracias a una mayor apreciación del yuan. Esto permitió iniciar el relajamiento del programa de ajuste económico, con una rebaja inicial de los encajes bancarios, que podría profundizarse en el resto de las políticas restrictivas.

Algo parecido ocurrió con la inflación en otros países emergentes y en algunas economías desarrolladas, sobre todo europeas. Las presiones inflacionarias se mantuvieron rebeldes hasta mitad de año y con ello, las necesidades de ajustes de tasas de interés. Contribuyó a ello la tendencia alcista del petróleo que –habiendo quedado excluido del boom de 2010-  este año se puso al día afectado a las transiciones políticas en Medio Oriente, pero en el contexto caídas generalizadas de commodities. Fue justamente esto último, unido a la desaceleración global, lo que revivió presiones deflacionarias en el segundo semestre y el tránsito mundial hacia una política monetaria aún más expansiva. En definitiva, fue otro año de inflación relativamente controlada en el mundo y de tasas bajas.

La crisis de la Eurozona devolvió a la jerga el concepto de volatilidad y el índice emblemático que la mide (VIX). Fue un mal año para los precios de los activos, con grandes pérdidas de los bonos europeos y una caída de 10% de las acciones globales lideradas por los países emergentes (22%). Pero fue sobre todo un año de alta volatilidad, con el VIX muy por encima del promedio histórico, aunque sin llegar a los máximos de pánico de 2008.  Eso reflejó el mayor escepticismo sobre la recuperación y un fuerte aumento en la aversión al riesgo entre los inversionistas.

Con todo, en materia de actividad, los optimistas ganaron otra vez la batalla sobre los pesimistas gracias al dinamismo de China, y a la resiliencia de EE.UU puesta incluso a prueba con pérdida del AAA. Así, 2011 concluye sin repetir la recesión global y con el crecimiento ubicándose en torno al promedio histórico. El mundo perdió velocidad, pero estuvo lejos del aterrizaje forzoso implícito en las visiones apocalípticas.

Indignados fue indudablemente la expresión más novedosa del año. Con ella se ha graficado desde los esperados movimientos ciudadanos en países desarrollados afectados por el alto desempleo y los recortes de generosas prestaciones sociales, pasando por la rebelión democrática en Medio Oriente y llegando hasta la presión populista en algunas economías emergentes en pro de mayor gasto público.  En contraste con lo ocurrido en otras etapas de la humanidad, esos movimientos no deberían poner en entredicho el capitalismo, aunque podrían estancar las reformas estructurales y comprometer el crecimiento potencial si son mal manejados políticamente.

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