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Apreciación del peso uruguayo: mitos y realidades (II)

El País

Esta es la segunda y última columna intentando distinguir entre mitos y realidades relacionadas con la apreciación del peso uruguayo. En la anterior me había referido a las interrelaciones entre el Tipo de Cambio Real y los precios (en dólares) de Uruguay, el déficit fiscal, el gasto público, una economía bimonetaria, la intervención cambiaria y los riesgos de repetición de una crisis como la de 1982 o 2002. Pero los temas en debate no se agotan en eso. Veamos que hay más.

“La caída de las exportaciones se debe al bajo Tipo de Cambio Real”

Efectivamente el valor las exportaciones de bienes han mostrado una caída significativa en los primeros nueve meses del año (-21%). Para 2023 en su conjunto probablemente dicha baja totalizará cerca de US$ 1500 millones, equivalente a 2% del PIB. Sin embargo, la caída coincide mayoritariamente con el efecto de la sequía y su consiguiente impacto en las ventas al exterior. Influyó también, pero menos, el retroceso de algunos precios de commodities, lo que se compensó con mayores volúmenes exportados y el crecimiento de las exportaciones de servicios.

De hecho, indicadores preliminares muestran que las exportaciones retomarían la expansión interanual en este último trimestre, perfilándose altos crecimientos para el primer semestre de 2023 si las condiciones climáticas siguen siendo favorables.

A su vez, en lo que va del año, pese al impacto de Argentina en el turismo, las exportaciones de servicios acumulan un crecimiento cercano a 30% y superarían los US$ 6.500 millones, cerca de un tercio del total.

Por último, en cuanto a los volúmenes exportados -que miden mejor el desempeño exportador- estarían en 2024 cerca de 25% sobre el nivel prepandemia, una vez revertido gran parte del efecto de la sequía. Esto tiende a confirmar que son otros factores, más importantes que el TCR, los determinantes de la evolución de las exportaciones. La evidencia de los últimos 20 años va en esa dirección.

“La baja en el TCR se soluciona con mayor productividad”

Es cierto que una mayor productividad significa mayor competitividad e impacto positivo en la rentabilidad de los sectores exportadores, pero simultáneamente deprime el TCR. Un aumento de la productividad en los sectores exportadores (de bienes y servicios) se traduce en mayores salarios reales de sus trabajadores, pero también del resto de la economía por la integración del mercado laboral. Efectivamente también aumentan las remuneraciones en los sectores no transables para acotar la migración de trabajadores hacia los sectores más dinámicos. Por eso cae el TCR, aunque su impacto sobre la rentabilidad exportadora se ve atenuado por los mayores ingresos derivados del aumento de productividad.

“La reducción de la inflación es a costa de un menor tipo de cambio”

Hay varias perspectivas sobre esto: corto y largo plazo, nominal y real. En lo inmediato uno de los canales de transmisión de la política monetaria es a través del tipo de cambio nominal. Pero a la larga, la interacción entre la inflación y el TCR es al revés de lo que suele plantearse. No es que la inflación baja lleva a un menor TCR, sino que favorece lo contrario. Una inflación alta, con expectativas desancladas, resta competitividad e impide desplegar al máximo la política monetaria (cambiaria) cuando se la necesita. La estabilidad de precios crea condiciones para que -cuando el tipo de cambio debe subir por fundamentos-, la expansión monetaria y las tasas internas bajas puedan empujarlo en esa dirección.

“Hay grandes daños por la caída del TCR”

Además de un derrumbe de los volúmenes exportados, ya descartado previamente, hay otros cuatro síntomas reveladores de una caída exagerada del TCR o “atraso cambiario”. Esos son: derrumbe de la rentabilidad exportadora, presiones deflacionarias, alto déficit en cuenta corriente del sector privado y crisis en el mercado laboral.

Primero, en cuanto a la rentabilidad exportadora, si bien hay algunos rubros afectados por shocks específicos, los cuales podrían requerir medidas focalizadas, a nivel general los resultados están en torno al promedio histórico y dependen solo parcialmente del TCR. Hay varias otras variables muy relevantes.

Segundo, si bien la inflación tuvo una fuerte caída durante el último año, ha seguido la tendencia mundial, ubicándose en torno a la meta (4,5%) y proyectándose dentro del rango meta en los próximos 15 meses, junto con el alza esperada del tipo de cambio.

Tercero, el déficit en cuenta corriente se explica casi completamente por el déficit fiscal. El sector privado, donde debería observarse un boom de gasto (al exterior) y deuda como síntoma de la caída del TCR, tiene su cuenta corriente equilibrada.

Por último, en el mercado laboral la creación de empleos se ha mantenido muy dinámica y el desempleo en torno al promedio histórico de los últimos 20 años.

Conclusión: es importante tener presente que son justamente estos síntomas y los fundamentos cambiarios, los monitoreados por inversores para corregir los desalineamientos a través de cambios de portafolio entre moneda nacional y extranjera. Ahora, bajo plena flexibilidad cambiaria, los ajustes son más rápidos que en el pasado cuando se fijaba el tipo de cambio o la flotación era muy sucia. E inexorablemente se irán materializando, con más holguras que antes, en parte por menor inflación, las expectativas inflacionarias más bajas y la mejor gestión monetaria. Mientras tanto, el sector privado y las autoridades deberían concentrarse en las medidas y políticas que genuina y estructuralmente aumentan la competitividad, desde mayor apertura, diversificación e inserción externa, pasando por mejoras sustantivas en capital humano, desregulación en los sectores no transables y mayor flexibilidad en el mercado laboral, hasta menor crecimiento del gasto fiscal. Esos son los temas de fondo. Que los mitos no desvíen su atención, ni la acción para concretarlos.

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