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Chile 2006: Velasco y la caja de Pandora

En 2006, durante los primeros meses del gobierno de Michelle Bachelet, emergieron en Chile demandas transversales para relajar la regla de superávit fiscal y aumentar el gasto público. Velasco y la caja de Pandora fue mi columna de la época para abordar el tema y sus desarrollos.

La Tercera (22 de septiembre de 2006)

Pandora («llena de virtudes») fue –según la mitología griega- la primera mujer de la Tierra, enviada por Zeus para castigar a Prometeo por haber revelado el secreto del fuego. Además de estar dotada con múltiples virtudes, Pandora recibió una caja que debía mantener cerrada. Epimeteo, que ya estaba alertado por su hermano Prometeo respecto a que no debía aceptar regalos de los dioses, se enamoró de ella, la convirtió en su esposa y le recordó la advertencia de Zeus. Pero Pandora no resistió la curiosidad y abrió la caja, emergiendo de ella las mayores desgracias humanas. Atinó a cerrarla justo antes de que irrumpiera, del fondo, la virtud de la esperanza. Como represalia y con el fin de destruir a Pandora, un Zeus enfurecido envió el diluvio a la Tierra. De él sólo lograron sobrevivir la hija de Pandora y su yerno.

Hace ya varios meses que estimamos que el superávit fiscal superaría el 8% del PIB este año y el 5% del PIB en 2007, con lo cual el gobierno central acumularía una posición acreedora neta (activos menos deudas) del orden de US$ 20 mil millones a fines del próximo año. Esta posición representa, de algún modo, una caja de Pandora –la caja de Velasco- que todos se sienten tentados a destapar, con la expectativa que afloren primero las virtudes y se contengan los males. Incluso hasta una parte de los analistas más conservadores ha cedido a la tentación y ha impulsado también su apertura, promoviendo rebajar el superávit estructural o gastar parte de los excedentes acumulados. Así, las propuestas no necesariamente han apuntado a la irrupción de la esperanza diáfana o el primer óptimo que, en este caso, vendría representado por un recorte generalizado de impuestos. Tanto ello, como una flexibilización profunda del mercado laboral, elevarían significativamente el crecimiento potencial de Chile. En general, las propuestas que se han efectuado contemplan un híbrido de tímidas rebajas tributarias y esencialmente mayores gastos. Algunos de los cuales, por lo demás, ya tenían una rendija abierta para salir.

Velasco ha resistido la tentación y mantiene la caja cerrada. Primero, en abril pasado, reafirmó el compromiso con la regla de un superávit estructural de 1% del PIB y se comprometió a ahorrar (no gastar) los excedentes fiscales en un fondo en el exterior mayoritariamente en dólares. Segundo, enviará al Congreso un proyecto de Ley Presupuestal para 2007 con un crecimiento del gasto público de un dígito a pesar de que han arreciado presiones para una expansión superior.

La resistencia no parece obedecer a una posición fundamentalista, sino probablemente a razones de timing. Habrá en el futuro un momento más oportuno de hacerle algunos agujeros a la “caja”, cuando eventualmente el viento sople en contra o el ciclo electoral lo amerite, o simplemente se hayan cumplido algunas condiciones básicas como la recapitalización y equilibrio del Banco Central. “Anticiparse también es equivocarse”, parece ser la máxima que guiaría la acción de Hacienda. De hecho, todo indica que los estímulos cíclicos en vigencia y en camino (el favorable entorno externo, la expansividad de las condiciones monetarias y el impulso fiscal) resultarían suficientes para apuntalar la reaceleración del producto y de la demanda interna en los próximos trimestres.

La resistencia ha contado con el apoyo irrestricto del Banco Central, y en particular, de su presidente, quien –así como Epimeteo con Pandora- ha advertido sobre los riesgos de abrir “la caja”. En la coyuntura actual, los males se asocian con un gasto ineficiente de los recursos, un refortalecimiento del peso y mayores tasas de interés. Así, el propio Corbo ha calificado esta política como responsable y anticíclica, insinuando que ello pavimenta, de algún modo, el terreno para una pausa prolongada en el ciclo de ajuste monetario. Este respaldo a mantener cerrada la “caja” debería ser la actitud general entre los agentes económicos, especialmente en momentos donde la posición de Hacienda –que aparecía relativamente más débil hace unos meses atrás- ha tendido a fortalecerse. Después de todo, la promoción de una apertura híbrida legitimaría las presiones sectoriales, incentivaría que afloren los males, y podría conllevar costos muy superiores a los implícitos en el cerrojo actual.

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