En Bernanke confiamos
Búsqueda (Uruguay) y diario Pulso (Chile)
En los cuatro años que ya van desde la quiebra de Lehman Brothers y la Gran Recesión de 2008-2009, la economía de Estados Unidos ha estado dominada por constantes nubarrones y la amenaza permanente de repetir la gran tormenta. Dichas expectativas estuvieron muy presentes en 2011, con la pérdida de la calificación AAA en su deuda, el debate sobre el límite del endeudamiento fiscal y el contagio de la crisis de la Eurozona. A ello se sumó, durante el primer semestre de este año, el potencial impacto de aterrizaje forzoso de China.
Pero, desde mayo a la fecha, los mercados parecen descartar los escenarios más catastróficos a juzgar por los aumentos de activos y la menor aversión al riesgo/volatilidad. ¿Saldrá finalmente Estados Unidos de la crisis? ¿O tendrá otra recesión y una década pérdida?
Pese a las numerosas predicciones de recaída, la economía norteamericana acumula tres años de crecimiento y, en contraste con otros países desarrollados, ya volvió al nivel de Producto Bruto Interno registrado previo a la crisis. Las cotizaciones de los activos han reflejado esa recuperación, con los índices bursátiles más que duplicando su desde los mínimos y volviendo a los niveles 2007. Por su parte, los precios de inmobiliarios, que cayeron 30% entre 2007 y 2010, se estabilizaron el año pasado y han empezado a subir.
Estados Unidos no tuvo una Segunda Gran Depresión como algunos preveían y eso se debió a la aplicación, sobre todo por parte de la Reserva Federal (FED), de las lecciones aprendidas de la crisis del ‘29. Haber puesto a Ben Bernanke al frente del organismo fue quizás la mejor decisión adoptada por George W. Bush en su mandato y, de paso, uno de los factores clave para la reelección del presidente Barack Obama. Está al frente de la FED quizás el economista vivo que más estudió los factores y canales crediticios de dicha crisis.
Fueron sus acciones tendientes a estabilizar oportunamente el sistema bancario y todo estos años de gran expansión monetaria, junto con la consiguiente devaluación del dólar, lo que ha permitido que la economía norteamericana siga reactivándose, pese al desendeudamiento de los hogares y las empresas.
En definitiva, la tabla de salvación de Estados Unidos no estuvo en la política fiscal. La economía estadounidense evitó una Segunda Gran Depresión debido a la aplicación de las lecciones monetarias enfatizadas por Milton Friedman y a las financieras destacadas por el propio Bernanke. Y fue justamente lo que otros países desarrollados -enfrentados grandes crisis financieras similares- hicieron mal (Japón) o en forma muy tímida (Europa).
Es bajo ese enfoque que deben entenderse las nuevas señales y medidas entregadas recientemente por la FED.
Estados Unidos tendría otros tres o cuatro años con factores productivos subutilizados y presiones salariales e inflacionarias contenidas. Al proyectarse que el crecimiento estará, con altibajos, en torno a 2% en el corto plazo y cerca de 3% en 2013, una rápida recuperación del mercado laboral resulta poco probable. De ahí que el desempleo, actualmente en 8,1%, caería por debajo de 7% recién en 2015, según la propia FED.
Las perspectivas de inflación controlada, junto a la elevada demanda por activos de bajo riesgo en dólares, justifican la mayor expansión monetaria implícita en la señal de la FED de mantener la tasa en cero más allá de 2014 y en las decisiones de alargar el plazo de los bonos del Tesoro en su balance (operación twist) y comprar US$ 40 mil millones de títulos inmobiliarios por mes.
Esto último constituye el esperado tercer relajamiento cuantitativo (quantitative easing o QE3), ya insinuado por Bernanke hace unas semanas en la tradicional reunión con autoridades monetarias globales de Jackson Hole. Por tratarse de operaciones no esterilizadas, no compensadas con colocaciones de bonos cortos, esta medida implica una mayor emisión monetaria para mantener bajas las tasas de largo plazo y reducir los costos de financiamiento de los hogares y de las empresas. Y la FED la mantendrá mientras “el panorama del mercado laboral no mejore sustantivamente”, acorde con el mandato de potenciar el empleo sin comprometer la estabilidad de precios.
Con ello, se busca favorecer una recuperación adicional del gasto privado y amortiguar el menor impulso gubernamental que inevitablemente emergerá tras los comicios del 6 de noviembre. Por un lado, se pondrá fin a los recortes e incentivos tributarios implementados hace una década (fiscal cliff). Y por otro, está la expectativa de señales adicionales de reducción del déficit público y estabilización de la deuda a mediano plazo.
Se trata, en definitiva, de un mix de políticas –consolidación fiscal, tasas bajas y dólar débil- que es consistente con la debilidad cíclica de Estados Unidos y que seguiría vigente tras las elecciones. Salvo por un colapso en Eurozona o de China, también impediría una nueva recesión o una década perdida para la economía estadounidense. En gran medida, gracias a Bernanke.
Esperemos que él sepa retirar el pie del acelerador a tiempo, como forma de evitar lo que su antecesor de alguna manera ayudo a producir.
Excelente artículo. Deberías empezar a escribir para The Economist.