Uruguay en el grupo de los frágiles
Búsqueda (27 de febrero)
Ha sido un verano cargado de hechos relevantes para el futuro desempeño de la economía uruguaya. Salvo los cambios en el equipo económico y las fuertes lluvias de las últimas semanas, la mayoría de ellos estaban en el radar hacia fines de 2013. En el ámbito externo, continuó el deterioro previsto en Argentina y Brasil, en un contexto de crecimiento estabilizado de China y dinamismo consolidado de Estados Unidos. Esto último vino a concretar la esperada reducción en los estímulos monetarios por parte de la Reserva Federal. En lo interno, el balance macro de 2013 y los primeros indicadores para este año, ratificaron que Uruguay enfrentará el nuevo entorno regional y global con desequilibrios significativos. ¿Cuánto cambia para 2014 lo presupuestado a fines del año pasado? ¿Vienen ajustes?
Desde el ámbito extrarregional, si bien las transiciones globales siguen siendo transiciones inciertas, frágiles y complejas, se ha venido afianzando “el nuevo escenario normal” para la economía mundial, caracterizado por un crecimiento cercano al promedio histórico (3,7%) y un rebalanceo entre el desempeño de los países emergentes y Estados Unidos.
Esto continúa apuntando a un dinamismo extendido de la economía norteamericana, la expansión en torno a 7,5% de China y la reactivación de Japón, el Reino Unido y la Eurozona.
Es evidente que tenemos un “mundo mejor”, aunque no necesariamente para aquellas economías emergentes con vulnerabilidades, cuyo desempeño reciente descansó mucho en el impulso externo y en políticas de demanda. Porque, como ya ha quedado en evidencia, “ese nuevo escenario normal” también contempla condiciones financieras menos expansivas y salida de capitales, junto con un dólar globalmente más fuerte y los consiguientes menores precios de materias primas.
Dentro de esa realidad de los emergentes, Argentina y Brasil reflejan dos casos bien emblemáticos.
Argentina agotó el modelo populista basado en políticas ultraexpansivas de demanda e intervención estatal y ahora -obligado al ajuste fiscal vía licuación inflacionaria y a la contracción monetaria a través de mayores tasas de interés- caerá nuevamente en un escenario recesivo, con mayor devaluación e inflación, que la dejarán más barata en dólares. Para Uruguay, esto acentuará el viento en contra desde la vecina orilla, sobre todo en materia de exportaciones de servicios (y bienes) y recepción de flujos de inversión en los sectores inmobiliarios y agropecuarios. En todo caso, como ya he planteando columnas anteriores, Argentina no tiene hoy los detonantes para una crisis como las de 1982 o 2001, ni Uruguay algunos de los canales de contagio financiero. Pero sí seguirá importando su recesión y menores precios en dólares.
Brasil, por su parte, desarrolló políticas macro más sostenibles durante la bonanza, pero igual insuficientes para impedir la acumulación de algunos desequilibrios y la necesidad de recortar el gasto público y subir las tasas de interés en la coyuntura actual. Como resultado, las expectativas sobre la economía brasileña han transitado desde un moderado crecimiento para 2014 a un escenario también cuasi recesivo. Eso de por sí impactará negativamente en Uruguay, pero con el agravante de la consiguiente depreciación adicional del real que podría traer.
En el balance, todo esto acentúa el menor impulso externo para la economía uruguaya, sobre todo desde la región. Y como era previsible, eso lamentablemente ocurre en un contexto de prolongación de los desequilibrios internos.
Primero, la inflación ha vuelto sobre 9%, pero lo más preocupante es la aceleración de los indicadores subyacentes y las expectativas, pese a la desaceleración y la mayor deflación externa.
Segundo, el déficit fiscal -que cerró 2013 en 2,3% del PIB- podrá retomar una tendencia alcista este año, sobre todo por la desaceleración en la recaudación tributaria y algún manejo de tarifas públicas.
Tercero, ese déficit del gobierno seguiría explicando aproximadamente la mitad del exceso de gasto de toda la economía (déficit en cuenta corriente en la Balanza de Pagos).
Cuarto, sin mayor ahorro público o privado, ni otros cambios de fondo, parece difícil lograr alzas significativas de competitividad.
Es indudable que Uruguay está estructuralmente mejor preparado que en el pasado para enfrentar el deterioro de sus vecinos y el entorno extrarregional menos favorable. Destacan los avances en mayor crecimiento potencial, desdolarización de la deuda, diversificación e inserción internacional, y supervisión/regulación financiera. Pero los mencionados desequilibrios no sólo tienden a emparentarlo con los denominados “países frágiles”, sino que lo dejan sin grandes márgenes para compensar esos choques externos. Todo lo contrario. Como Brasil y otros países con condiciones similares, Uruguay se ha visto en la necesidad de moderar el crecimiento del gasto público para estabilizar el déficit fiscal y subir las tasas de interés para moderar las presiones inflacionarias. Así, las políticas macro –que fueron procíclicas en la bonanza- obligatoriamente también lo están siendo con el viento en contra.
En conclusión: más que cambiar el escenario previsto de desaceleración extendida para Uruguay, todo esto parece ratificar que el crecimiento en 2014 estaría más cerca de 2% que del 3% ahora proyectado por el gobierno (3%). Y también sugiere que el riesgo de un acople al escenario regional de estanflación ha crecido.