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Estanflación y devaluación: ¿nao tem fim?

Previsible: la economía brasileña no había tocado fondo en 2014. Ni con el Mundial de fútbol, ni con las elecciones presidenciales. La estanflación –estancamiento con inflación- se agravó durante los últimos meses y las perspectivas siguen siendo muy sombrías.

Si bien las nuevas Cuentas Nacionales sugieren cifras algo menos malas, terminarían ratificando una variación del PIB prácticamente nula durante el año pasado y un crecimiento mediocre en el bienio previo. La inflación, por su parte, se aceleró a inicios de 2015 y está por superar el 8%, debido a los aumentos de las tarifas administradas (eléctricas, etc.) y del dólar, que subió 25% en los últimos dos meses, hasta el entorno de 3,25 reales. Esto tiene al Banco Central de Brasil como uno de los pocos que sigue subiendo la tasa de interés referencial: la Selic ya se ubica en 12,75% y se descuentan alzas adicionales en el futuro próximo.

La inflación y la competitividad eran (y son) desequilibrios importantes, pero en el fondo reflejan otros dos.

Por un lado, ha estado el deterioro sistemático en las finanzas públicas que eliminó el superávit primario sobre 3% del PIB alcanzado en 2000-2008 y luego en 2011. Pero la situación es aún peor porque -dados los altos niveles de las tasas de interés- el déficit fiscal ha subido al entorno de 6% del PIB.

Por otro lado, está el desbalance de 4% del PIB en la cuenta corriente de la Balanza de Pagos. Esto es particularmente problemático porque -lejos de un boom de inversión- es consecuencia del propio déficit fiscal y causa del desequilibrio cambiario.

Como suele ocurrir en América Latina, los determinantes de todos estos problemas suelen atribuirse a factores externos. Hacia 2011-2013, las autoridades brasileñas se quejaban de la “guerra de divisas”, la debilidad global del dólar y los supuestos problemas que eso ocasionaba. Actualmente, los problemas vendrían de los retiros de estímulos en Estados Unidos, la perspectiva de alza de tasas de la Reserva Federal y…del fortalecimiento de la moneda norteamericana.

Es cierto que el entorno externo es relevante. Pero la clave ha estado en cómo Brasil se manejó en la bonanza y ahora en la adversidad. En definitiva, los grandes problemas han sido internos, tanto en el ámbito económico como político.

Dentro de los económicos se han intensificado los estructurales, sobre todo los relacionados con su bajo crecimiento potencial, y han quedado al desnudo los cíclicos, aquellos vinculados al mal manejo de las políticas macro. Estos generaron los mencionados desequilibrios. Y a ello se suma ahora la mayor fragmentación política, los escándalos de corrupción, el desgaste del Partido de los Trabajadores (PT) en el gobierno y la creciente oposición en el Congreso.

Suele decirse que Brasil es el país del futuro y siempre lo será. La frase refleja la esperanza permanente de un eventual gobierno que libere todo su potencial. El mayor compromiso con la estabilidad macro y la continuidad de ciertas políticas validaron dicha expectativa hace más de una década cuando el PT llegó al poder. A tal punto, que Brasil quedó “emparentado” con China o India dentro de los BRICs.

Sin embargo, no hubo en este tiempo grandes reformas que promovieran estructuralmente la inversión o el crecimiento. Brasil necesita menor proteccionismo comercial , rebajas en la carga impositiva, reversión de sus fracasadas políticas industriales, menor dirigismo estatal y una estructura tributaria menos distorsiva.

Nada de ello se concretó en la bonanza habiendo capital político, ni tampoco recientemente cuando el nuevo mandato de Dilma Rousseff daba otra “ventana de oportunidad”. O mejor dicho, “una ventanita”.

Ni siquiera se encara viendo ejemplos como el de India. Al igual que Brasil, el país asiático pasó de “estrella BRIC” a “vulnerable BIITS”, junto con Indonesia, Turquía y Sudáfrica, pero a pesar de esa etiqueta, ha logrado diferenciarse positivamente y recuperar atractivo.

Con liderazgo y capital político, India ha generado mayor confianza y mejorado las expectativas en tiempos de salida de capitales desde los países emergentes. Lo ha hecho desde el ejecutivo, con el primer ministro Narendra Modi devolviéndole prioridad a las reformas pro crecimiento, y desde el Banco Central, con el presidente Raghuram Rajan mejorando el manejo macro. Quizá sólo sea “mucho ruido y pocas nueces”, pero ha sido suficiente para promover mayores inversiones, estabilizar la rupia y bajar las tasas de interés.

Lo de India confirma, de paso, que las crisis son oportunidades. ¿La aprovechará Brasil? Parece poco probable. Las autoridades deberán lidiar con el ajuste macro que puede intensificarse en el contexto de crecientes protestas y baja aprobación ciudadana. El deterioro externo y las mayores tasas de interés acentuarán las presiones recesivas, reforzando los problemas fiscales. Esto sugiere que –pese a la reciente depreciación del real- el ajuste cambiario podría continuar, asumiendo un fortalecimiento adicional del dólar a nivel global, una mayor caída de materias primas y sobre todo, la baja competitividad que aún tiene Brasil, dado su (pobre) ingreso per cápita.

Podría concluirse, entonces, que el escenario de estanflación con devaluación nao tem fim…por enquanto.

  1. marzo 23, 2015 a las 14:33

    Excelente columna Aldo! Las economías finalmente no tienen nada de diferente a las personas individuales, les pueden «echar la culpa eterna» a las variables externas, pero si no se hacen los cambios internos necesarios, el escenario externo tampoco va a cambiar.

  2. marzo 23, 2015 a las 21:09

    Muchas gracias! Locus de control externo…

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