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Uruguay: más de lo mismo…por ahora

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Durante los últimos meses se han acentuado las dos grandes tendencias que vienen caracterizando a la economía uruguaya.

Por un lado, la actividad económica moderó su ritmo de crecimiento, pero sin caer en un escenario cuasi recesivo como el observado en Argentina o Brasil durante 2012. Como era esperable, se trató de un aterrizaje suave, con la expansión del Producto Bruto Interno (PBI) convergiendo a cerca de 4% y un incipiente deterioro del mercado laboral.

Por otro, también se fueron ratificando los principales desequilibrios económicos, con la sobreutilización de capacidad en algunos sectores, la rebelde inflación en torno a 9%, el salto del déficit fiscal a casi 3% del PIB, la creciente dependencia del ahorro externo y la pérdida adicional de competitividad.

La evolución de estos desequilibrios, junto a los cambios en el contexto externo y las (confusas) señales provenientes del gobierno, determinará si –durante los próximos 18 meses- la economía uruguaya se estabiliza o prosigue hacia un aterrizaje forzoso, del estilo del registrado por sus vecinos.

“Qué va a pasar” es la pregunta que se escucha en todos lados.

La calidad de las políticas públicas y las señales del gobierno son muy importantes para las perspectivas de largo plazo de la economía: definen su ritmo de crecimiento potencial y la forma/costos del ajuste en caso de una crisis externa. Sin embargo, en lo inmediato, en el horizonte de uno o dos años, son justamente las condiciones internacionales las que determinan mayoritariamente el desempeño de Uruguay y otros países de América Latina.

Aunque continúan los problemas políticos y económicos en Europa, la expectativa de un mejor entorno extrarregional ha quedado más que ratificada en los primeros meses  del año. Lo sugieren tanto los precios de los activos como los indicadores de actividad.

Por un lado, el Dow Jones acumula un alza de 10% en 2013, revirtiendo completamente las pérdidas de la crisis 2008 y alcanzando su máximo histórico, el índice accionario global ha subido casi 20% en el último año.

Por otro, al cierre de 2012 y durante este primer trimestre, los indicadores de actividad ratificaron un crecimiento más dinámico para China (entre 8% y 9%), la consolidación de la recuperación de EE.UU, las perspectivas algo más favorables para Japón, la fortaleza extendida de los emergentes y los menores riesgos de colapso en Europa. Esto confirma la expectativa de un mundo mejor en 2013, con una leve reaceleración del crecimiento global desde 3% en 2012 al entorno de 3,5% este año.

Pero, más que de ahí, el fuerte impulso para Uruguay y el resto de América sigue proviniendo del escenario de tasas bajas a nivel internacional, de la debilidad extendida del dólar y de los consiguientes altos precios de las materias primas. Aunque tenga sus complejidades moverse en la llamada “guerra de divisas”, esta tiene muchísimos beneficios y pocos costos para nuestros países.

La crisis irrumpirá cuando transitemos a una “guerra de tasas” y dólar globalmente fuerte, con EEUU y otros países desarrollados revirtiendo los grandes estímulos monetarios. No parece que ello vaya a suceder en los próximos 12-18 meses.

Si bien Uruguay sigue moviéndose entre la lenta agonía de Argentina y la decepción de Brasil, el mayor impulso extrarregional descarta la inminencia de una crisis.

La economía argentina seguirá, al menos por otro año, caracterizada por un escenario de estancamiento con inflación (estanflación), expansión monetaria por necesidades fiscales y creciente presión sobre el dólar paralelo. Si bien queda la duda sobre la capacidad de Argentina para conseguir ganancias genuinas de competitividad, dicho escenario implicaría un menor impulso para Uruguay, con caídas adicionales en las exportaciones de bienes y servicios, y otro repliegue en el flujo de inversiones hacia el agro y los activos inmobiliarios.

En contraste, la influencia Brasil, que fue negativa en 2012 por la baja expansión del PBI y la depreciación del real, sería positiva durante este año al revertirse parcialmente ambas tendencias. Si bien a la larga sigue el pesimismo con la economía brasileña, por la falta de reformas pro crecimiento, la reactivación de corto plazo no parece en entredicho, debido al mejor entorno extrarregional, las políticas expansivas de demanda y los mayores gastos en infraestructura. Dicho escenario implicaría un mayor impulso desde Brasil.

En el neto, cuando se incorporan los factores internos, el escenario económico para Uruguay no luciría muy distinto al de 2012. A nivel local, si bien habrá menor impulso por los necesarios ajustes en materia monetaria y fiscal, seguirán los aportes de Montes del Plata y de la mayor generación hidroeléctrica. Con ello, podría repetirse un crecimiento superior al regional y cerca del mundial (3,5%).

Se trata de una cifra razonable pero que estaría empañada por los problemas de algunos sectores exportadores, el menor dinamismo de la demanda interna, cierto deterioro en el mercado laboral, y sobre todo, la persistencia de los principales desequilibrios. Sin programas de ajuste integral, no cabe esperar grandes mejoras en el frente fiscal, ni una gran moderación en la inflación. Y menos un alza sostenible de la competitividad. O sea, más de lo mismo…por ahora.

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